Ordesa, Goriz y las altas cumbres de una Montaña Perdida

23 de junio de 2013

Buenas y nítidas tardes nos dan la bienvenida

Destellos y nubes relucientes iluminan una tarde que no dejamos de mirar. Un camino lleno de «zetas» nos sorprende con el sudor en la frente. Vemos el amarillento atardecer despedirse mientras nos acercamos a las últimas nubes que despistadas, cubren la montaña perdida. Poco a poco llegamos a nuestro destino, y la luna ilumina los últimos metros del camino, como la prometida alfombra roja que serpentea hacia la calidez de vuestro refugio.
La noche camina sin detener los dedos de la inquietud, y los puntos de vista se aglotonan rodeando una conversación silenciosa ntes de ir a dormir a nuestra «suite». Es noche de Luna llena, noche mágica.

¡Buenos días!, el mar de caliza se cubre de colores de nuevo y nosotros trepamos ligeros rumbo a ese tobogán transitado que llaman la «escupidera». La mañana es una sucesión de imágenes que ordenamos armónicamente mientras robamos conversaciones y experiencias a todo aquel que pasa. Es esta otra de las cosas por las que me encanta escalar junto con Ivan: no dejar de sacarle el jugo humorístico a la vida. Le arañamos metros y metros a la cúpide kárstica y nos llevamos un montón de imagenes para el recuerdo. Tenemos sed y alegría a partes iguales, el ibón chelau hace honor a su nombre y mientras dibujamos curvas y lineas que se cruzan sobre los neveros estamos de nuevo en vuestra casa. Allí lo esperado: unas merecidas cervezas y los sonrientes rostros de los currantes de Goriz. Muchas gracias Eider, Ivan… y el resto de currelas de Goriz, ha sido un placer volver por ahí arriba.

Nos vemos prontito